Si los voy a buscar se vuelven camaleón y se difuminan sobre las paredes de mis recuerdos. Sin embargo, cuando les voy a dar de comer se ponen negros y rojos y les salen uñas largas para agarrarse bien a esos momentos que les estoy ofreciendo.
Cuando miro debajo de la cama se transforman en pelusas grises y cuando paso la aspiradora se ponen blancos y se pegan a las paredes.
A veces se suben a mi almohada y duermen al lado de mi cabeza y me dan insomnio, otras salen por la alcachofa de la ducha para mezclarse con la sal que baja por el desagüe.
Hay veces que se suben al horizonte de mi espalda y miran sobre mis hombros, pero entonces llega alguien... y me abraza sonriendo, y comienzan a hacerse pequeñitos para que los demás no los vean.
Y se quedan quietos para que nadie los escuche. Y así yo puedo estar un rato tranquila sin pensar en cuidarlos.
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